Se percibe cierto aire de nostalgia
al momento en que comienzan a caer
las primeras gotas de agua,
un tropel de matices se despliega
y se abre ingenuo el paraguas
para cumplir con la tarea prevista:
procurar que escurra la humedad.
Entre el aguacero y la llovizna
cerrado es como las alas de las aves
que no sirven para volar,
cuando sopla el viento impetuoso
se rinde y sus varillas vencidas
acaban arrastradas por el suelo,
otras veces revolotea sin freno
hasta alcanzar la cresta del oleaje.
Los paraguas no tratan de impedir la lluvia
sólo intentan proteger del chubasco,
son como poemas sobre la ruptura
incapaces de recuperar a los amantes:
un testimonio inerte de su abandono.
Jules Etienne
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