"... adivinaría sus olores en la brisa vespertina para imaginar a los barcos entregando su carga..."
Aunque me llevaran con los ojos vendados
reconocería la proximidad del mar,
adivinaría sus olores en la brisa vespertina
para imaginar a los barcos entregando su carga
impregnada con delirios marinos
que se amontonaron durante la travesía:
la dureza del metal y filigranas de seda,
sonrisas frutales de árboles eternos.
Nunca aprendí a disfrutar el paisaje sórdido
que desfigura los muelles en burdel de ocasión,
me quedo, en cambio, con su luz a pleno sol
o el horizonte ruborizado del ocaso.
Todo eso lo sé, lo aprendí desde un principio
porque nací en un puerto,
figura de arena al sur de la línea
en la que comienza el trópico.
He paseado descalzo sobre nubes ardientes
a las que, por razones que desconozco, les dicen dunas,
en una playa tan extensa que la mirada no basta
con la locura partida en dos
por algún amor adolescente;
y habré de naufragar en otro, en el que ahora vivo,
como estatua de nieve, aquí donde termina el norte,
frente a un océano al que decidieron llamar Pacífico.
Jules Etienne
La ilustración corresponde al malecón de Miramar, en Tampico.
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