
Elegidos de los dioses
llegó el día de preguntarse
¿para qué tantos signos y revelaciones?
Selvas marchitas, invierno y hambre,
tanto humo ceremonial ¿para qué?
En mitad de la laguna
el águila, juraron los sacerdotes,
devorará a la serpiente,
el día a la noche,
el sol a las dudas,
la lucha al temor.
Máscaras del tiempo
no encontraron luz sino fuego,
los corazones palpitan su sacrificio.
Vendrá del mar un vendaval
de centauros barbados
a usurpar su tierra,
también el ahuehuete llorará la derrota.
Estirpe de Quetzalcóatl
Caballeros Águila al fin vencidos,
sangriento será el silencio
en el amanecer de su olvido.
Pueblo de barro y maíz
guerreros esclavos de la sinrazón
por obra y desgracia de sus majestades
los reyes católicos y sus misioneros
que pregonan la palabra
de la única religión posible.
Quien arroje la útima piedra
quedará libre de culpa,
que el destino se apiade
de sus noches oscuras.
Ahora ya nadie quiere recordar
la palabra de los ancestros.
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