Cautiva en tu sueño transpira la tarde,
muda presencia que se incorpora
para despertar a la brisa.
Una luz rubia debió deslumbrar
los ojos con que habrás de mirarme,
murmullo que se despereza
sobre el regazo frutal del estío,
es este arraigado vicio de acariciarte.
Impregnada por una misma saliva
habla mi voz desde tus labios,
un suspiro me lo advirtió:
hace tiempo contraje este mal
afán perverso de morir en tu boca
secreto derramado, fruto que se deshace.
Jules Etienne
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